Volviendo a los básicos, en una entrada anterior hemos visto cómo sentarnos adecuadamente. Veamos ahora cuál es la técnica que nos permite adoptar una correcta postura al caminar, de una forma energéticamente eficiente y que no repercuta negativamente en las estructuras corporales que intervienen.
Los raros que caminan bien caen.
Leonardo da Vinci
Conceptos básicos
Simplificando mucho, nuestro esqueleto es un apilamiento de huesos, que se mantiene en equilibrio por la acción estabilizadora de los músculos y ligamentos. La contrapartida positiva de este equilibrio inestable es que nos predispone al movimiento. Dicho más claro, si nos desequilibramos hacia adelante, nuestro reflejo natural es adelantar una pierna y dar una zancada (que no deja de ser comenzar a andar)
Otro punto de interés es que nuestra cabeza está desequilibrada respecto a su unión a la columna. Esto implica que haya músculos trabajando continuamente para mantener su posición. La parte positiva de ello es que también predispone al movimiento.
En la cabeza se encuentran los sentidos que permiten percibir a distancia (vista, oído y olfato), así como el principal forma de comunicación, y ello nos predispone de forma que el cuerpo siempre seguirá a la cabeza. El movimiento de la cabeza es el activador del movimiento del cuerpo.
Caminar con una técnica pobre
Una postura pobre al caminar se da cuando el sistema cabeza – hombros – cadera no están alineados:
Esta postura incorrecta es bastante fácil de detectar observando las manos. Si las palmas apuntan hacia atrás, no es posible mantener el correcto alineamiento, ya que los hombros estarán curvados hacia adelante.
Postura correcta para caminar
La técnica adecuada implica alinear el sistema cabeza – hombros – cadera. A diferencia de cuando nos sentamos, para andar, la organización se realiza desde arriba hacia abajo.
En primer lugar, debemos colocar correctamente la cabeza. Para ello debemos imaginar la sensación de que un hilo tire de nuestra coronilla hacia arriba. De este modo, colocaremos correctamente el conjunto de la cabeza y cuello. Para que esta posición de mantenga mientras caminamos, nuestra mirada estará a 3 metros por delante de nosotros. Observar así nuestro recorrido nos da la suficiente información sobre el camino que recorremos (superficie, obstáculos e irregularidades).
La segunda etapa consiste en colocar los hombros, posicionándolos hacia atrás, con las escápulas lo más próximas posible.
Por último, para estabilizar la cadera, los músculos de la zona abdominal deben estar activados, para ello podemos imaginar que metemos nuestro ombligo hacia el interior del tronco.
En el apartado dinámico, caminar debe consistir en una sucesión de caídas hacia adelante, sin desplazamientos laterales. Como nuestra cabeza lanza el movimiento, el conjunto de la cabeza, cuello y tronco, correctamente alineados, se inclinarán levemente hacia adelante.
De este modo trabajamos con la gravedad, reduciendo la tensión muscular. El hecho de inclinarnos ligeramente genera una leve inestabilidad y se activa automáticamente el reflejo de adelantar la pierna para evitar la caída.
Respecto a los pies, la pisada correcta reparte las presiones en el pie (sin favorecer la parte interna o la externa). Las puntas de los pies deben apuntar hacia adelante, o en todo caso, con una leve orientación hacia el exterior.
Conclusiones
Ya podemos comenzar a aplicar unas nuevas rutinas que permiten realizar una actividad clave para el ser humano, caminar erguidos, de una forma correcta, lo que implica que sea saludable y eficiente. Siendo constantes, las convertiremos en un hábito que se traducirá en menores tensiones musculares y fatiga, mayor rendimiento, elegancia y mejor aspecto. ¡Adelante!, el movimiento se demuestra andando (Diógenes el Cínico)