Los sesgos consisten en el procesamiento erróneo de la información percibida. Se deben a la utilización normal de nuestras herramientas psicológicas, pero que actualmente están desfasadas al poder generar más inconvenientes que beneficios. Podemos ver a los sesgos como un complemento de las falacias que vimos en una entrada anterior.
En la mencionada entrada se comentó cómo se pueden utilizar las falacias en la manipulación. En el caso de los sesgos, el proceso es subjetivo, nos saboteamos a nosotr@s mism@s. Es por esto que es más difícil identificarlos y así descubrir que nuestros focos de atención, razonamientos o decisiones son equivocados. PerY antes de tirar la primera piedra, que sepas que todos los tenemos.

Origen
Todas las personas utilizamos estrategias mentales para categorizar y simplificar la excesiva información que tenemos disponible día con día. Biológicamente, se puede entender que tienen la función de permitir tomar decisiones rápidas ante situaciones potencialmente peligrosas.
Las “reglas rápidas” para tomar estas decisiones tienen un origen diverso: experiencias previas, motivaciones individuales o la influencia del entorno, tanto físico como social.
En la actualidad el número de situaciones potencialmente peligrosas a las que estamos expuestos es mucho menor que hace algunos milenios, pero estos procesos mentales no han evolucionado de igual modo, por lo que la rapidez de la respuesta puede llevar a la adopción de decisiones equivocadas, cuyas consecuencias pueden llegar a ser peores que el peligro que se pretendía evitar.
No obstante, este “piloto automático” sigue teniendo una función importante, ya que no podemos asumir de forma consciente todas las decisiones que tomamos al día (una 2500 según Daniel Kaneman)
Gestión de los sesgos
La clave está en las decisiones que tomamos, ya que condicionan tanto lo que vivimos en el presente como nuestras expectativas futuras, y por tanto, cómo pensaremos en el futuro. Por ello, es clave identificar cuáles fueron nuestras decisiones erróneas.
En la mayor parte de los casos, los sesgos (y las decisiones erróneas) ocurren al “racionalizar” dos o más opciones contrarias, por lo que el proceso de decidir se vuelve complejo, y para simplificar, se lo dejamos al inconsciente.

Ejemplo: llevo tiempo tratando de bajar peso, pero continuamente aplazo hacer dieta o ejercicio. Para decidirme, me hago las siguientes preguntas:
- ¿Salgo a correr hoy?
- ¿Salgo a correr mañana?
Estas dos preguntas son contrarias, ya que no me permiten llegar a una conclusión acertada. Si la respuesta es “mañana me lo vuelvo a preguntar”, sabemos que no saldré ningún día.
Este caso concreto se conoce como sesgo del presente, en el que exageramos el coste que representa en el ahora (es un esfuerzo tremendo salir a correr ahora), mientras que lo valoramos de una forma más equilibrada para el futuro (tengo que hacerlo, porque bajar peso es bueno para mi).
La forma de manejar estos sesgos / tomar decisiones correctas es hacernos una sola pregunta (¿salgo a correr hoy o no?). Con ello no distraemos el foco de la decisión en las variables que la afectarán como el momento adecuado, cuánto me puede costar, si es bueno o no.
Otro ejemplo puede ser: he bebido dos copas y voy a conducir. Las posibles afirmaciones que me puedo hacer (y que me llevarán a una mala decisión), y reformuladas como pregunta pueden ser:
- Yo controlo la situación – ¿soy capaz de controlar, en este estado, todas las situaciones que se puedan presentar?
- Nunca ha pasado nada – ¿es una posibilidad real que me pase algo?
- Sólo son dos copas – ¿sé exactamente cuánta es la cantidad de alcohol que no tiene efecto en mí?
- Es un trayecto corto y que conozco – ¿que sea un trayecto conocido implica que no se produzcan situaciones imprevistas?
- No me van a pillar – ¿sé dónde se van a realizar los controles hoy?
Tomando sólo una de las preguntas, sabremos tomar la decisión correcta, ¿no?
Este artículo lo explica en más detalle esta técnica.
Resumen
El inconsciente es una herramienta muy potente en nuestro día a día, ya que se ocupa de esas tareas que hacemos con el “piloto automático”. El problema surge cuando también se ocupa de las decisiones, ya que un porcentaje importante pueden ser erróneas debido a los sesgos.
Los sesgos son esos atajos llenos de trampas que aceleran la toma de decisiones, pero en nuestro día a día, no es habitual que nuestra vida esté en peligro, por lo que la rapidez no es tan necesaria. De ahí el funcionamiento erróneo del inconsciente.
Lo bueno es que podemos aprender a mejorar nuestro proceso de toma de decisiones, ¿cómo?
1.- Siendo conscientes de que nos encontramos ante una decisión significativa
2.- Hacernos únicamente una sola pregunta que nos ayude a afrontar la decisión, en lugar de las varias que normalmente nos vienen a la cabeza
Una vez más, conceptos sencillos, pero no tan fáciles de aplicar… pero ¡la práctica hace al maestro!