Somos personas, y como tales, “animales sociales”. Los roces en las relaciones interpersonales surgen por diversos motivos y uno de ellos es que debemos tratar con personas que consideramos difíciles. En una entrada anterior vimos cómo gestionar el plano individual mejorando la autoconversación. En esta entrada veremos cómo enfocar el trato con personas “difíciles”.
El concepto está voluntariamente matizado: nosotros etiquetamos a esas personas como difíciles. No son personas malas, sólo que puede que tengan daño o frustración en su vida. También les gusta agradar y ser amables. Si se muestran de esa otra manera, es por un motivo que desconocemos. Nadie va a cambiar porque queramos o porque “deban” hacerlo.
Éste es el primer punto importante, no podemos cambiar a los demás a nuestro antojo, pero nosotros sí podemos evolucionar para gestionarlo mejor. Los aspectos claves para esta evolución son:
- Conocernos para descubrir por qué nos enfadan tanto estas personas o situaciones. El origen de este descontento es variado:
- No comprendemos completamente la realidad de la situación o nos resistimos a la realidad que comprendemos, generando frustración
- Falta de aceptación al no asumir nuestros límites y las excusas con las que nos autoengañamos
- No haber establecido límites con anterioridad
- Nos toca la “tecla”. No hemos conseguido desactivar la respuesta automática a un estímulo.
- Aumentar nuestro autocontrol. Sólo tenemos las debilidades que nos permitimos. El autocontrol sólo se adquiere con práctica, así que podemos ver a quienes nos contrarían como oportunidades para mejorar. Son profesores, no enemigos
Contrólate u otra persona lo hará
Dr. Bob Chope
El perfil quejica
El aspecto clave para comprender este perfil es que consideran que mediante la queja, ya toman las riendas de la situación y hacen “algo” para corregirla.

La forma de redirigir esta situación es preguntarles cómo van a resolver el problema. A partir de ese momento seremos alguien incómodo para esta persona por ponerle en esa tesitura. No dejará de quejarse, pero se cuidará de hacerlo con nosotros.
Otras opciones son mantener las distancias o ignorarlos.
El perfil mandón / agresivo
Es importante comprender que en este caso el origen del conflicto no es personal. En este caso mantener las distancias no funciona.

Debemos identificar un punto común sobre el que cimentar la relación y robustecerla. Este punto en común no tienen por qué estar relacionado con el entorno habitual (laboral,…) sino que puede tratarse de otros ámbitos como el ocio o intereses particulares. Si se consigue desarrollar la relación sobre la base de aspectos comunes, esta persona llegar a ser una buena aliada.
La última opción sería la confrontación directa con frases como: “esto no lo acepto”, “somos profesionales”, “tenemos que buscar unos límites”,…
A modo de síntesis, el control de nuestras emociones y reacciones determinan cómo sobrellevar situaciones emocionalmente exigentes como es la interacción con personas difíciles. Si conseguimos controlar qué situaciones disparan nuestras reacciones y controlamos esta respuesta, estaremos en disposición de afrontar mucho mejor situaciones a priori difíciles.