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Las Calorías no alimentan. Olvídalas y mejora tu salud

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Una de las mayores preocupaciones de la sociedad primermundista actual es la alimentación, no por su carencia, sino por motivos de salud o estéticos. Esta preocupación lleva a prácticas aberrantes, como la de calcular las Calorías ingeridas. La debilidad de la “ciencia” basada en las Calorías explica, en parte, su gran fracaso.

En una entrada anterior, cuando veíamos los principales conceptos de la alimentación, se mencionaba por encima el mito creado alrededor de las Calorías. En esta entrada lo desmontamos.

Calorías: ¿qué son? ¿son todas iguales?

Las Calorías son una unidad de medida. En el caso que nos ocupa, sólo miden el valor energético de una cantidad concreta de alimento. Una naranja y una galleta pueden aportar el mismo número de Calorías, pero no son igual de nutritivas.

No podemos comparar alimentos sólo por su valor energético. Fuente

Por tanto, el valor energético es una característica más del alimento. Otras no pueden medirse tan fácilmente: si es sabroso, tóxico, qué nutrientes aporta o su facilidad de absorción.

Según cómo se clasifique el alimento por sus macronutrientes (hidratos de carbono, proteínas o lípidos – grasas), se le asigna un valor energético. Pero a esta consideración tan simplista se contrapone el hecho de que cada cuerpo, en cada momento, no asimila con la misma eficacia y rapidez los diferentes tipos de alimentos.

El mito de la estufa

Simplificar el conjunto de la alimentación a una de sus características provoca que también se simplifique demasiado el funcionamiento del sistema, asimilándolo a un motor o a una estufa. Esta idea consiste en una «caja negra» a la que metemos combustible y nos da energía. De esta forma, para adelgazar, simplemente debemos ingerir menos Calorías que las que necesitamos en nuestro día a día.

Teniendo en mente el ejemplo de la naranja y la galleta, no es descabellado pensar que a nuestro cuerpo no le da igual el tipo de “combustible”, al igual que tenemos la precaución de no echar gasóleo a un coche de gasolina.

Si utilizamos como combustible de una estufa una mezcla de papel, gasolina y algo de carbón, sabemos qué podemos esperar:

  • No va a funcionar bien
  • En caso de funcionar, tendrá un pobre rendimiento
  • Generará residuos sin quemar
  • Generará subproductos que pueden afectar su funcionamiento

En la vida real, tanto nuestro cuerpo como los motores o las estufas funcionan de forma similar. Necesitan tanto una “materia prima” concreta como unas condiciones de funcionamiento determinadas para trabajar de manera eficaz.

El mito de las 2000 Calorías

Dice la sabiduría popular que necesitamos 2000 Calorías diarias. Esta creencia empezó a formarse en los años 90 cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos tomó esta referencia para el etiquetado de los alimentos.

Dejando de lado a los Estados Unidos como referente de los hábitos sanos y la alimentación saludable [modo irónico activado], hay que reconocer que este valor se ajusta bastante a las reservas de glucosa que tiene el cuerpo para su actividad diaria, por término medio (con lo que ello significa).

En resumen, la ingesta calórica propuesta sirve para afrontar las necesidades energéticas diarias de la persona tipo, sin tener en cuenta su edad, sexo, complexión o actividad física.

No hace falta mucho más para que este mito quede desmontado, pero vayamos un poco más allá: si un día no consumo ese número mágico de Calorías, ¿moriré?

Obviamente, la respuesta es no. Nuestro cuerpo es muy eficiente y tiene medios para gestionar los excedentes en forma de reservas, de grasa normalmente. Un dato para la reflexión: si las reservas de energía rápida (glucosa) son de unos 2000 Calorías, las reservas totales rondan las 100.000 Calorías, 50 veces las necesidades diarias medias.

Conclusiones

La alimentación es un sistema muy complejo que no puede ser reducido a una única faceta (las Calorías), sino que hay que tener en cuenta cómo se asimilan, la necesidad de otros nutrientes (vitaminas o sales minerales) y otros factores que influyen en su funcionamiento como el consumo de agua, medicamentos, drogas, etc.

Dejemos de lado hábitos dañinos como contar Calorías o recetas mágicas de suplemento dominical. Nuestro cuerpo es generoso y nos ayudará a descubrir cómo puede funcionar mejor. Sólo tenemos que escucharlo.

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