Sentimos mariposas en el estómago cuando hablamos con esa persona tan especial. Nos cuesta comer cuando tenemos un disgusto y la nevera es el principal destino cuando tenemos ansiedad.
¿Por qué se centra todo alrededor del ombligo? Tenemos un grandioso cerebro que realiza cálculos, análisis y proyecciones, además de supervisar el funcionamiento del cuerpo. Pero cuando entran las emociones… tenemos que bajar un piso. Es el estómago quien está al mando.
¿Por qué llaman al estómago “segundo cerebro”?
Para ser exactos, no se trata del estómago como tal, sino de todo el sistema digestivo, pero nos entendemos.
Esta zona es algo más que los órganos que procesan y absorben todo lo que sea posible de aquello que entra por la boca. Hay mucho más. Sin ir más lejos, un sistema nervioso específico, que goza de bastante independencia del Sistema Nervioso Central.
Este segundo cerebro tiene tantas células nerviosas como el cerebro de un gato. Y entre las células nerviosas, están las protagonistas, las neuronas y como actores secundarios, las células glía.
¿Qué es eso de la glía? ¿Es grave?
Las glías o células gliales son, junto con las neuronas, nuestras células nerviosas. Las descubrió Ramón y Cajal y hasta bien avanzado el Siglo XX se pensaba que su función era meramente auxiliar: servir de soporte y asistir a las estrellas, las neuronas.
Glías tenemos muchas, entre 10 y 50 por cada neurona, y vale el ejemplo de nuestro árbol de Navidad, las neuronas son los adornos y las glías el árbol y las ramas.
En los últimos años, estudios con nuevas tecnologías nos han enseñado que:
- Las glías son las primeras en acudir en situaciones de daños o inflamación del tejido intestinal
- Contribuyen a que la barrera intestinal mantenga las toxinas afuera
- Son críticas en la regeneración de estos tejidos
- Gestionan y coordinan las funciones del microbioma, las neuronas y las células del sistema inmunológico
Cómo el estómago regula nuestras emociones
Las hormonas regulan esencialmente todo en nuestro cuerpo. Una de ellas, la serotonina, es la denominada hormona de la felicidad (y la tristeza, la duda e, incluso, nuestras obsesiones). Pues bien, alrededor del 10% de la serotonina se produce en el cerebro, y ya te estás empezando a imaginar dónde se produce el 90% restante.
Vayamos un paso más allá, ¿qué necesito para producir serotonina en masa, tocarme el ombligo? Ojalá… Es la flora intestinal, la macrobiota, más bien su composición, la que define los niveles de serotonina. La trama se complica…
Sí. Estoy diciendo que “algo” que no somos nosotros es lo que define nuestro estado anímico. Aproximadamente medio kilogramo de bacterias en nuestros intestinos tiene todo ese poder…
Establecida la relación con la componente psicológica, se puede entender mejor que:
- Aspectos emocionales o trastornos psicológicos acompañen con gran frecuencia a situaciones de sobrepeso o mala relación con los alimentos (anorexia, bulimia…)
- El 95% de los niños con trastornos como déficit de atención, hiperactividad y autismo, tienen problemas digestivos (Israelyan y Margolis, 2018), (Wasilewska y Klukowski, 2015)
- Una dieta sin gluten podría mejorar los síntomas del autismo en niños, si bien no hay estudios que documenten en qué medida. ¿De qué me suena?
Conclusiones
Estamos empezando a conocer la complejidad e importancia del sistema nervioso del aparato digestivo y su importante efecto tanto en las emociones como en los trastornos psicológicos. Sistemas aparentemente independientes están estrechamente relacionados.
Ojalá acabemos entendiendo mejor el papel que juega el sistema digestivo y los efectos en él situaciones como el ayuno o el consumo de gluten, azúcar, etc. Nos va en ello mucho más que una digestión pesada.