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Control. Hay que tenerlo, y más importante, saber cuánto

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“Pues hoy quiero que haga buen tiempo y, si no, me enfado”. Absurdo, ¿verdad? Hay situaciones, personas, hechos, etc. sobre los que no tenemos control y, por tanto, su resultado puede ser el que queramos o no.

Más allá del ejemplo extremo, en nuestro día a día, hay muchas situaciones sobre las que tenemos un relativo (o nulo) control, y que cuando se traducen en un resultado no deseado, nos producen sentimientos de contrariedad, estrés o frustración.

No me ha tocado la lotería, Pepita no me hace caso y, además, estoy en un atasco. La no aceptación de la situación dispara la carga emocional negativa y el pensamiento racional se apaga.

El concepto es el mismo, pero nuestro comportamiento ya no lo es. ¿Sigue siendo absurdo? Hemos visto cómo lidiar con emociones negativas, pero hoy vamos a ver una de las principales fuentes de estrés y frustración: desconocer (o ignorar) nuestra zona de control.

Dame serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo, y sabiduría para distinguirlas.

Oración de la Serenidad – Reinhold Niebuhr

Control y estoicismo

El control es uno de los principios del estoicismo que establece que debemos esforzarnos por vigilar lo que está en nosotros: qué pensamos, qué decimos o cómo respondemos frente a un estímulo (atención al matiz, una respuesta no es lo mismo que una reacción).

Para los estoicos es clave que nos centremos en el esfuerzo, que será lo que nos permita progresar. Por el contrario, si nos centramos en el resultado, saldremos de nuestra esfera de control, limitando nuestro progreso y exponiéndonos a la frustración y el estrés.

La cuestión es que el resultado, a diferencia del esfuerzo personal, está condicionado a otras variables fuera de nuestro control, por lo que proponen “medirnos” respecto a lo que hemos hecho, dejando de lado las circunstancias que no controlamos.

El locus de control

¿¿Lo qué??

Es el concepto utilizado en psicología para determinar dónde colocamos cada uno de nosotros el origen de lo que ocurre en nuestras vidas. Puede ser interno o externo:

  • Locus de control interno: la persona se siente responsable de su realidad y entiende que esta es el resultado de sus propias actitudes, habilidades y conductas.
  • Locus de control externo: la persona percibe que está en manos del azar, de las otras personas o de los factores ambientales. Se ve con escasa capacidad para influir en su devenir y adopta una actitud pasiva.

Se puede decir que uno de los fines de este blog es descubrir qué aspectos de nuestra vida podemos “internalizar”. Nuevamente, es clave encontrar el equilibrio. El locus interno es preferible, pero sin caer en la trampa de querer controlar más de lo que podemos.

Conclusión

Muchas de las emociones que experimentamos son consecuencia de adónde dirigimos nuestra energía. Si la orientamos a ámbitos fuera de nuestro control, sólo podremos esperar el resultado. Cuando éste no sea el esperado, se puede convertir en ansiedad, frustración o estrés.

Nuestra actitud ante nuestra realidad viene dada por cómo creemos que la influimos. Es preferible asumir la responsabilidad sobre esta, pero en su justa medida, ya que el exceso se traducirá en insatisfacción, ansiedad y frustración.

No es fácil ni rápido, pero poco a poco, podremos madurar nuestras vidas de una forma más responsable y serena.

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